domingo, 4 de octubre de 2009

Sábanas blancas.

Esta mañana los rayos de sol se cuelan tímidos por la ventana. Los trinos de los pájaros se escuchan cercanos. ¡Qué buena idea venir a descansar al campo! Me cubro aún más con las sábanas blancas y me doy la vuelta, para verte despierto, sonriendo, con los ojos clavados en el techo. Te acaricio la cara, tu a mí, el pelo. Bostezando, te levantas y me ayudas también. Sin una palabra, me cubres con un chal, y caminamos hacia el pasillo, hacia la puerta de roble. La abres, y el verde fulgor mañanero nos recibe, suave y alegre. Me tomas la mano, y me conduces hacia un bosque cercano. De repente, la luz que era el sol, la que tu llamabas mis ojos, se vuelve blanca y lo hace desaparecer todo. Me despierto jadeando. Ni besos, ni caricias, ni nada... Angustiada, abrazo mi almohada de sábanas blancas. Suspiro, me dispongo a dormir sin sueños.