domingo, 27 de mayo de 2012

La mente es un mundo extraño.

Giramos y giramos y nunca sabemos a donde vamos a ir a parar. Los horizontes se amplían, la lluvia sigue cayendo, y los amaneceres sólo los capta la retina.
Pero anochece.
Realmente anochece.

Y no puedo evitar sonreír.

La mente es un mundo extraño.

Había una vez una chica que era feliz, o parecía serlo. Tenía muchos amigos, le iba bien en la escuela, no tenía problemas en casa. Y siempre estaba dispuesta a ayudar a todo el mundo y no dejaba de sonreír. Mucha gente se aprovechó de ésto y la traicionó. La otra poca gente que quedaba la llamaba "inocente" o "ilusa" por creer en esas personas. Ella no era nada de eso. Pensaba: "lo fácil es volver la cabeza y simplemente ignorar, pero yo creo que ayudar a alguien cuando lo necesita requiere valor, y aunque no obtenga nada a cambio, aunque me respondan dándome la espalda, sé que les he ayudado, que he hecho bien."

Ésta chica tuvo una buena vida, y lo sabía todo el mundo, pero nadie conocía sus problemas, y a ella eso tampoco le interesaba. En el fondo, como ya habréis podido intuir, estaba sola.
Poseía una madurez impropia de su edad, veía cosas que el resto ni se percataba, sufría el doble, pensaba el triple. "Me ha tocado el peso de unos años que no tengo." Cuando ya no podía más y se encerraba en su cuarto a llorar en la cama, se recriminaba por ello. Tenía que ser fuerte. Si había alguien que jamás la fallaría era ella misma. Y eso es lo que era: una chica aparentemente normal. Una chica que no, no había pisado los mundos del alcohol o las drogas, no había tenido una "infancia difícil", no la habían marginado nunca, no había tenido problemas económicos, ni traumas, ni intentos de suicidio.Y todo esto no es necesario para pensar y sufrir y ver el mundo como lo hacía ella.
No es ninguna mártir.
Y nadie ha de sentir lástima por ella.


Todo se verá, las hojas caen, llegará el invierno y será pronto primavera. Y así toda la eternidad.