lunes, 10 de marzo de 2014

Torneo de Debate

Bien. Dos Torneos de Debate.
El primer Torneo fue el año pasado, donde un grupo de chicos, más o menos talentosos en el arte de hablar, se presentaron al mismo para pasarlo bien y aprender. Cómo iban a imaginar que, con esa falta de experiencia, ganarían ese mismo año frente a colegios que llevaban años participando. La alegría que mi equipo y yo sentimos en ese momento no puede pagarse, no tiene precio. En ese momento, cuando nos anunciaron ganadores del IV Torneo de Debate de la Comunidad de Madrid me sentí la persona más feliz del mundo. Me había esforzado, habíamos luchado siempre desde la ilusión y el ansia de conocimientos, y nunca desde la avaricia o la mala fe. Podría decirse que desde la ignorancia o la felicidad implícita en ella, ¡quién iba a decirnos que íbamos a ganar ese debate, el primero!
Y, este año, con tres de los antiguos miembros retirados, mi compañera y yo decidimos presentarnos, incorporando a nuestro equipo tres nuevos participantes. La experiencia ya era una ventaje con la que no contamos el año pasado, y que este año nos dio un poco de seguridad. Así fue que comenzamos a investigar y a formarnos, a preparar el debate de este año, cuyo tema era "¿Deberíamos ser mayores de edad a los 16 años?". Trabajamos duro, tardes hasta las cinco o seis en el colegio, ensayando, repitiendo hasta la saciedad lo que ya sabíamos, perfeccionando gestos, voz, movimientos. Todo lo que necesitábamos para hacerlo bien, y para que yo estuviera satisfecha. De esta forma, llegó el 6 de Marzo, fecha del primer debate, que si pasábamos, accederíamos a octavos, cuartos, y así sucesivamente hasta llegar a la final, tal como ocurrió el año pasado. Con toda nuestra ilusión nos enfrentamos en el primer debate con un equipo claramente inferior. Y ganaron. Fue un palo. Un palo que nos golpeó sin piedad. Y, sí, me dolió. Aún a pesar de la rabia acumulada por la mala puntuación que recibimos frente a la alta e inmerecida del equipo contrario, continuamos, dispuestas a darlo todo en el siguiente debate. Y aunque el equipo del segundo debate sí estaba más igualado a nosotros, y un fue un debate interesante, el resultado volvía a estar claro. Pero, de nuevo, no coincidió con lo que esperaba. Perdimos de nuevo. Estas dos derrotas suponían que ya no podíamos acceder a la fase siguiente, quedábamos eliminadas del concurso.
No lo entendía.
Un feedback muy bueno de ambos jueces a nuestro equipo que no se reflejó ni en la puntuación ni en el resultado del debate. Yo, Lucía, como debatiente, y desde una postura objetiva, afirmo que fue un resultado injusto. Esto me lleva a otro punto... Es extraño que un equipo que se presenta el primer año, gane. ¿Extraño? Complicado. Inusual. No es de extrañar que se dieran órdenes, o, mejor aún, "consejos", desde las altas esferas de la organización para deshacerse cuanto antes de ese mismo equipo este año. Se puede tildar esta idea de conspiranoica, pero repito que yo estuve allí, que yo debatí, ví los resultados, las valoraciones, el comportamiento de los equipos rivales y de los jueces. Y nada tenía sentido, nada cuadraba. Esto lo secunda el público allí presente, que también inclinaba la balanza a nuestro favor.
Así una se da cuenta de las injusticias de la vida. ¿Y qué se le va a hacer? Nada. Nada de momento.
Yo me he esforzado, yo he trabajado, yo di lo mejor de mi en ambos debates. Sé que lo hice bien. Y eso es lo único que ha de importarme, pues aunque haya sido víctima de una injusticia, sé que lo que tenía que demostrar ha quedado patente, que quien me viera debatir sabe que esta chica merece la pena.
Entonces, ¿qué toca ahora? Nada, realmente. Acordarse de lo bueno, olvidarse de lo malo, disfrutar. Prepararse para abrir el año que viene una Sociedad de Debate en la Universidad a la que entre o acceder a ella si ya la tiene.
Nunca, jamás, van a ser mis palabras reprimidas. Nunca va a ser mi boca callada. Yo voy a hablar, a expresarme, voy a jugar con la retórica, voy a debatir, porque eso, al fin y al cabo, es lo que me gusta, con independencia de cómo puedan ir mis resultados. Yo he nacido para esto. Me gusta esa euforia que siento al salir a hablar, me gustan esas miradas clavadas en mí y en mis gestos, me gusta la atención a mis palabras, me gusta sentirme viva. Me gustan los aplausos, me gustan las miradas desafiantes del equipo rival, me gustan mis miradas de hielo, mis sonrisas que destrozan, me gusta mi voz clara y orgullosa. Me gusta hablar, me gusta debatir.