viernes, 30 de octubre de 2009

Tu propia condena.

Tú no conocerás la lenta muerte embalsamada. Tus huesos no reposarán en un ataúd sin miradas. Más allá de estas paredes de piedra, más allá de estas esculturas sin cara, más allá de mi vida, está la hoguera sin final del dolor calcinado. Te daremos la muerte que siempre has deseado. Con honor, con gloria, sin palabras. Tú no conocerás la lenta muerte embalsamada ni el sabor de mis labios. Por que fuimos amigos, nada más. Y te estás suicidando.