sábado, 8 de noviembre de 2014

jueves, 23 de octubre de 2014

Octubre, Octubre

Escribió el difunto Juan Luis Sampedro. Un libro que nunca leí y que quizá debería hacerlo. Pero Octubre está en sus últimas, y no voy a resucitar a un muerto el 1 de Noviembre.
Las hojas marrones, rojas, naranjas, de verde agonizante, no están muertas. Vuelan y dan vueltas, se amontonan y las amontonan, las pisan, se dejan pisar, caen al agua, lloran sobre ellas, se ensucian y se secan al sol del mediodía. Duermen los sueños de todas las personas que no pueden soñar.
Las hojas me duelen. Es decir, amo besar las hojas con los ojos, acariciarlas, pensar de qué árbol cayeron, a dónde van, en qué alcantarilla acabarán. Las hojas secas, sucias, mojadas, rotas, son páginas del gran libro por terminar que es esta ciudad. Son la tinta que se corrió en aquel último verso mal escrito, abandonado en el banco al lado del estanque, bajo los árboles. Las hojas, qué habrán visto las hojas. Qué podrán contarnos las hojas. Quizá soy la única que quiere escucharlas, por eso no hablan, callan, y se ríen de mí cuando paso a su lado. Qué crueles, la hojas.
Es esa belleza indiferente, es la perfección asumida en cada curva y esquina, en cada vena vegetal, esa presunción, esa altanería, esa sencillez de la naturaleza, invisible. Pisan obras de arte, por la calle, por los parques, las apartan. Apartan los cuentos de los niños y las historias que acabaron mal, o bien, no lo sé. Se las destierra de su legítimo reino.
Abrir un libro en casa es leer. Abrir un libro allí, en el parque, en el bosque, allí, con ellas, es revivir a un muerto, a sus muertos. Todos tienen algo que contar, y muy pocos escuchan. Pero yo no he cometido asesinato. Yo soy entonces el pobre funcionario que destapa el plástico encima del cadáver para proceder a la autopsia. Mal pagado. Soy un escritor, entonces, recomponiendo las cosas rotas y olvidadas, las esquinas sucias del mundo, mirando las hojas. Contemplando su vuelo circular y armonioso, soñando con que algún día conseguiré retratar ese movimiento sensual, casual. Un escritor pervertido, cansado, sentado en el incómodo banco del parque, cerca del estanque, viendo como pasan las cosas, como todo avanza, contemplando el movimiento.
Quizá me enamoré del movimiento. El moverse de las cosas estando uno parado, quieto, sin prisas ni citas, o quizá con ellas y llegando tarde, agita en el interior una mariposa hecha de ceniza y telarañas. Es evidente, pues, que no será capaz de volar. De hecho, pesa más cuanto más tiempo continuamos mirando el movimiento. La vida castiga la observación pausada. La vida premia el movimiento.
Entonces creo que he encontrado el por qué de su belleza, o, al menos, algo con que apaciguar mis pensamientos, que ya salen volando como pájaros. Volved a la cabeza, no es tiempo de emigrar.
La belleza de las cosas inmóviles en un mundo circular de engranajes de reloj y polvo. La belleza del movimiento inmóvil. La belleza de las hojas.

domingo, 12 de octubre de 2014

Quizá haya sentido más por el segundo, pero le escribí cosas más bonitas al primero.
Quizá no sé amar, no sé qué es el amor. Quizá es tan absurdamente complicado que es imposible para nadie.
Quizá debería olvidar, pero el olvido es doloroso.
Quizá, simplemente, debería dejar de darle vueltas a una hoja que cayó. Es otoño.
Jamás pensé que la sensación de hacer lo correcto pudiese ser tan amarga. Ni siquiera agridulce. Amarga.
Aunque supongo que mejor esto a ser feliz haciendo las cosas mal, sabiendo que van a acabar peor.
Pero es amarga. Tan, tan amarga que me produce repulsión, arcadas.
Y ahora, hoy, es de noche. ¿Qué será de mí mañana cuando tenga que enfrentar un nuevo día? Cuando vea su sudadera colgada en la puerta, y sus cartas bien ordenadas en la mesa.
¿Qué he hecho mal?
¿Enamorarme de él? ¿Enamorarme de él? ¿Olvidar al primero? ¿Cegarme con el segundo?
Por qué no se puede tener todo.
Por qué pierdo a los juegos de cara o cruz. La moneda ha caído de canto.

jueves, 9 de octubre de 2014

Seven days.

Séptimo día: me duele el corazón.

"Siete días es tiempo suficiente para un sueño."
"Siete días es tiempo suficiente para enamorarte."

Sin embargo esto no han sido siete días. Mi corazón duele desde hace tres semanas.

miércoles, 8 de octubre de 2014

Amnesia.

Eso por lo que me dicen que soy adorable.
Eso que odio.
Eso que me ha dado tantos, tantos problemas.
Eso por lo que he defraudado.
Eso por lo que se han alejado.
Eso por lo que soy yo.
¿Por qué la otra parte de mí no se deja ver más a menudo? ¿Por qué no conozco a mi otra mitad?
Qué bien sé jugar al escondite.
Amnesia duele y Amnesia tiene la capacidad de amar, y dicen así los versos más dolorosos y los más hermosos:

I thought about our last kiss, how it felt the way you tasted.

When he says those words to hurt you... Did you read the ones I wrote you?
Sometimes I start to wonder was it just a lie? ... How could you be fine?
I remember the day you told me you were leaving,
I remember the make-up running down your face.

I wish that I could wake up with Amnesia
And forget about the stupid little things
And the memories I never can escape.

´Cause I´m not fine at all.
No, I´m really not fine at all.

sábado, 4 de octubre de 2014

Ay.

Duele, duele, duele. Una mata de espino clavándose incansablemente ahí, en lo profundo, que se retuerce con palabras y aprisiona con sonrisas. Y yo sigo pidiendo esas palabras y buscando esas sonrisas. Pero duele tanto que creo que voy a llorar.

domingo, 14 de septiembre de 2014

Muerte.

El saberse muerto no es nada especial. No a estas alturas. Uno sabe que va a morir como prueba fundamental de que la ley natural existe y opera. No se debe tener miedo a la muerte. La aceptación y asimilación de la misma es parte del proceso vital.

domingo, 7 de septiembre de 2014

Madrid entre los dientes.

Madrid va pareciendo un lugar diferente, un Madrid que nunca visité. La segunda piel de la serpiente. Septiembre en Madrid, no puedo esperar a Octubre, no veo llegar Noviembre, que Diciembre muera por el camino. Es decir, todo ha cambiado. Todo sigue siendo exactamente igual, sus calles, sus turistas, sus bares y sus mendigos. Ya no puedo esperar a volver a recorrer el centro, las callejuelas sucias, los restaurantes chinos, las bibliotecas polvorientas regentadas por locos, sus teatros. Me dí cuenta que todo ha cambiado, que nada es como antes, e incluso si llego a perderlo, si llega a desaparecer, si le consumen los libros, seguiré viendo a Madrid así, tan hermosa, tan orgullosa, tan cálida, tan elegante, tan caprichosa.
Esa sonrisa sosegada, dulce, quizá irónica, pero sin maldad alguna. No veo serpientes tras ella, no me reconozco. Ha dejado un regusto agridulce en mi mente y ya no puedo apartarme de su lado. ¿Su lado? Quizá le estoy dando demasiada importancia. Simplemente quiero redescubrir Madrid así, una y otra vez hasta morir.

sábado, 21 de junio de 2014

I

Ciel Phantomhive era un niño muy inteligente y despierto, proveniente de la familia más adinerada y poderosa de aquellas tierras inglesas. Tenía todo lo que deseaba: desde los juguetes más exclusivos de la compañía Phantom hasta los platos más selectos elaborados por un mayordomo enteramente a su disposición, Sebastian Michaelis. Lo único que no poseía era tiempo, siendo consciente de ello. Al comentárselo a sus padres, estos le miraron sin comprender, diciéndole que no se preocupara por eso, que era un asunto de los desafortunados, pero que si lo deseaba podría buscarlo al día siguiente. Ciel discrepaba. Arrugas prematuras se formaban en su joven rostro al ver que en su reloj de plata se le revelaban las horas más valiosas que cuanto poseía, y que estaba a punto de perder. Así que decidió ir en busca del tiempo en compañía de su tan fiel mayordomo. Visitó médicos, hombres de banca, alquimistas, curanderos, brujas... Pero nadie fue capaz de satisfacerle.
Casi sin quererlo, sus impecables zapatos le condujeron a una calle poco transitada, para acabar ante las puertas de un relojero. El chico se adentró en la tienda, y casi al instante salió a su encuentro un hombre, como un dragón que parecía tener más de cien años. "¿Qué desea el joven señor?", preguntó con una voz que recordaba al tic-tac del reloj. "Tiempo.", respondió este. El relojero le miró atentamente, escudriñando los engranajes que rechinaban lentamente en la cabeza de Ciel. "Me temo que has venido al lugar menos apropiado. Apenas te queda tiempo, y estas paredes repletas de relojes y espejos no cesan de recordártelo. No te queda tiempo. Desaparece como arena entre los dedos, y nadie puede ayudarte. No te queda tiempo."
Entonces Ciel asumió la verdad. Ni ropas caras, ni oro, ni plata, ni mil trenes de juguete comprarían un segundo. El tuvo los que tuvo un mendigo. Las agujas de su reloj de plata marcaban la misma hora que las de la iglesia de la plaza. La infinita agonía que sintió los instantes venideros no fueron comparables al asimilar que, aún todo el temor y la angustia que había adquirido de repente, el tiempo seguía alejándose de él. El niño tiró su reloj al suelo, que no se rompió, y salió corriendo a la calle. La sombra de su mayordomo flotaba tras sus talones.
"Tiempo. Tiempo, ¿quién puede dármelo?". Nadie podía y Ciel Panthomhive lo sabía. Lo único que le restaba era regalárselo a la Muerte. Sus actos no perdurarían. Nadie le recordaría, porque no habría persona que pudiera recordar. El tiempo de la humanidad se acababa, y el joven muchacho parecía el único en darse cuenta. "Con un poco más de tiempo o un poco menos de inteligencia todo esto podría haberse evitado", fue lo último que pensó.

viernes, 2 de mayo de 2014

Una esquina.

Él tiene un ángulo muy bonito. Estoy segura de que se ve cuando estamos pegados, cabeza contra cabeza, la mía ligeramente más abajo. Así elevo un poco el mentón y mis ojos ven los suyos cerrados, y sus delicados rizos deshechos que caen sobre su frente. El resto del cabello parece una jungla. Desde esta esquina, el brilla. Las aletas de su nariz se hinchan con sus rítmicas respiraciones que une a las mías, sus labios están apretados, cerrados completamente pero con opción a que mi lengua pasee entre ellos. Un privilegio que hace tiempo me gané. Sus orejas se excitan ante cada sonido que escucha: nuestras respiraciones, mis ahogados gemidos que desaparecen en su pecho, el aire que de él sale cuando pretende calmarse.
Ese es su ángulo bonito, precioso, uno de tantos.

miércoles, 23 de abril de 2014

Hoy.

Hoy he ganado un concurso literario. Hoy mi poesía ha sido la mejor. Hoy "precioso, un poema precioso. Con muy buena métrica, pero sobre todo, lo más importante, lleno de sentimiento y sensibilidad". Hoy he temblado de pies a cabeza cuando lo he leído. Hoy "continúa escribiendo y expresa ese gran mundo interior que posees a través de la poesía, es una cura para el alma y un regalo para los lectores". Hoy le he dedicado la poesía a mi hermano. Hoy, felicidades.
Hoy he dado por fin la charla acerca de la Biblioteca Popular Circulante de Castropol. Hoy, por fin, he podido mostrar en lo que llevaba trabajando estas dos últimas semanas, y en lo que mis antepasados han trabajado durante décadas. Hoy me he perdido unas veces. Hoy he subido a lo más alto. Hoy he honrado el día cultural y la memoria de todos aquellos que la defendieron.
Hoy he sonreído y me he sentido como la Lu del pasado, y un poco como la Lu que me mira orgullosa desde el futuro.

miércoles, 26 de marzo de 2014

Machismo.



Machismo. Y nos viene a la cabeza la imagen de mujeres llenas de marcas causadas por los golpes y con ojos hinchados, gritos, amenazas e insultos. Permítanme decirles que eso es simplemente la cola de la quimera, lo que la hace reconocible y por ello evitable. El machismo está en todas las palabras, en los gestos y, definitivamente, en nuestra vida.
   Observen cómo derribo un mito: un caballero no es aquel que abre la puerta para que la señorita pase antes que él. Eso es una persona educada. Caballeros andantes y damas en apuros murieron en la literatura del XIX, y puede que sigan vivos entre las páginas de esos libros, o entre las fantasmadas de quienes pretenden evocar aquellos tiempos. Pero el mundo ha cambiado, a través de revoluciones, tanto sociales como de pensamiento. Esos conceptos ya no existen. Hoy en día tratamos con personas, mujeres y hombres, hombres y mujeres. Pero, si aun así quieren aplicar la palabra “caballero” (la cual desterraremos más adelante), que así sea: caballero es aquel que, al igual que su compañera, hace las labores de la casa, cocina, plancha, friega en tanto que el tiempo se lo permita y según estén distribuidos los roles domésticos; no emplea palabras obscenas para describir a nada ni a nadie que hagan referencias a la mujer, tampoco las trata con condescendencia ni  esperando nada a cambio, ni mucho menos las considera el “sexo débil”, sino débiles a quienes así las llaman. Eso no es ser un caballero, eso es ser una persona educada. ¿Acaso creen que el machismo solo se da de hombre a mujer? Otro mito que echar por tierra. No. La mujer ha tenido tradicionalmente el poder –y lamentablemente el deber- de educar a sus hijos. Y esta educación sería, sin muchos cambios, la que ella misma habría recibido: machista. Diferenciando entre hijo e hija, y estos dos crecerían con esas ideas: uno ejerciendo esta discriminación, y la otra sufriéndola sin ser consciente de ella. Si se preguntan cómo salir de este círculo vicioso, les responderé que a la educación se la combate con educación: necesitamos humanizar, crear personas, ni damas ni caballeros.
   El machismo es una metralleta con una carga infinita de balas que, descontrolada, dispara sin orden ni concierto; a quien dio, dio. A quien mató, mató. Ciertamente es muy complicado y fantasioso eliminar esta discriminación de la mañana a lo noche, pues si bien se necesitaron años para todos los cambios importantes acontecidos a lo largo de la Historia, esto también requerirá de tiempo para solventarse. Pero si disponemos de tiempo, ganas y conocimientos, ¿qué nos impide hacerlo ya? ¿Estamos trabajando en ello realmente? ¿Acaso nos desanima no ver los frutos inmediatos de nuestro esfuerzo? Entiendo que hay muchas barreras sociales y, sobre todo de pensamiento, que hay que borrar: las normas de “cortesía” hacia la mujer, incidiendo en una supuesta debilidad (ceder asientos, levantarse en su presencia, abrir puertas, permitir el paso…), cuando, ante lo que estamos verdaderamente (repito de nuevo) es ante una mera cuestión de educación, de prejuicios y de convenciones sociales que no cuestionamos porque “siempre ha sido así”.
   Es cierto que a lo largo del tiempo las mujeres han ido consiguiendo que sus derechos se equiparen a los del hombre, y de ahí que tengan un día dedicado a ellas (que espero que, por otra parte, desaparezca con el tiempo. La igualdad se consigue normalizando.), y no por ello hay que rendirse ahora, pues no hemos llegado al final del camino. Es esa senda de la vida la que recorremos todos los seres humanos juntos, cuidando los unos de los otros, sobre la que debemos sentar las bases de una convivencia pacífica e igualitaria. Ciertamente están mejor que hace algunos años, pero no son ni por asomo lo que yo espero para la sociedad. Aún nos queda mucho camino por andar antes de sentarse a descansar. Nos queda mucho que sufrir, mucho por lo que luchar y por lo que reivindicar. Eso es lo bonito de la vida, ¿no? La naturaleza del ser humano, imperfecta y contradictoria, siempre tenderá a buscar esa causa mayor y perdida por la que seguir apostando. La que ahora los afecta es la del machismo, tan mortífera como cualquier otra, pero más aceptada, lo que la hace doblemente letal. Así que ahora les  pido (os hayan convencido o no las palabras de esta estudiante) que reflexionen acerca de esto, pues las revoluciones pueden empezar con una grandilocuente carta de guerra o barricadas en llamas, pero también con la idea que, fugaz, cruza la mente de una persona para quedarse en ella de por vida.

lunes, 24 de marzo de 2014

Lucy Diamond sufre remodelaciones.

Interiores, que son fácilmenete perceptibles en tanto que escribo, y físicas en tanto que este blog ha cambiado de look. Digamos que este me define más que el anterior. Las personas cambian. He dejado de brillar como antes, tan pura y tan sana, y la madurez me ha arrancado cosas, me ha dado otras, ni mejores ni peores, simplemente nuevas y necesarias. Ese Lucy Diamond sigue vivo en mi cabeza, al igual que A que llegaras con rosas. Todas son yo, siempre. No importa cuanto tiempo pase, al fin y al cabo, yo soy yo, si bien a veces irreconocible cuando me examino en el espejo del alma. Irreconocible por que ya veo metas, ya veo caminos, veo personas, no solo una brillante luz cegadora. Veo planes y futuro, y decisiones que me gusta tomar y sufrir, y asumir sus consecuencias. Soy una persona mucho más crítica y racional de lo que fui en un pasado, pero no por ello menos pasional. Admito mis errores y los infinitos conocimientos que me quedan por aprender. No lo sé todo, pero aspiro a saber mucho de lo que me interesa.
¿Qué soy yo al fin y al cabo? Una persona. Una persona que sabe que será grande y fuerte en un futuro si hoy se construye a sí misma, si lee, experimenta y piensa, y se equivoca.
Soy Lucy Diamond, y también soy la persona que está cerca de lograr lo que lleva tiempo soñando.

lunes, 10 de marzo de 2014

Torneo de Debate

Bien. Dos Torneos de Debate.
El primer Torneo fue el año pasado, donde un grupo de chicos, más o menos talentosos en el arte de hablar, se presentaron al mismo para pasarlo bien y aprender. Cómo iban a imaginar que, con esa falta de experiencia, ganarían ese mismo año frente a colegios que llevaban años participando. La alegría que mi equipo y yo sentimos en ese momento no puede pagarse, no tiene precio. En ese momento, cuando nos anunciaron ganadores del IV Torneo de Debate de la Comunidad de Madrid me sentí la persona más feliz del mundo. Me había esforzado, habíamos luchado siempre desde la ilusión y el ansia de conocimientos, y nunca desde la avaricia o la mala fe. Podría decirse que desde la ignorancia o la felicidad implícita en ella, ¡quién iba a decirnos que íbamos a ganar ese debate, el primero!
Y, este año, con tres de los antiguos miembros retirados, mi compañera y yo decidimos presentarnos, incorporando a nuestro equipo tres nuevos participantes. La experiencia ya era una ventaje con la que no contamos el año pasado, y que este año nos dio un poco de seguridad. Así fue que comenzamos a investigar y a formarnos, a preparar el debate de este año, cuyo tema era "¿Deberíamos ser mayores de edad a los 16 años?". Trabajamos duro, tardes hasta las cinco o seis en el colegio, ensayando, repitiendo hasta la saciedad lo que ya sabíamos, perfeccionando gestos, voz, movimientos. Todo lo que necesitábamos para hacerlo bien, y para que yo estuviera satisfecha. De esta forma, llegó el 6 de Marzo, fecha del primer debate, que si pasábamos, accederíamos a octavos, cuartos, y así sucesivamente hasta llegar a la final, tal como ocurrió el año pasado. Con toda nuestra ilusión nos enfrentamos en el primer debate con un equipo claramente inferior. Y ganaron. Fue un palo. Un palo que nos golpeó sin piedad. Y, sí, me dolió. Aún a pesar de la rabia acumulada por la mala puntuación que recibimos frente a la alta e inmerecida del equipo contrario, continuamos, dispuestas a darlo todo en el siguiente debate. Y aunque el equipo del segundo debate sí estaba más igualado a nosotros, y un fue un debate interesante, el resultado volvía a estar claro. Pero, de nuevo, no coincidió con lo que esperaba. Perdimos de nuevo. Estas dos derrotas suponían que ya no podíamos acceder a la fase siguiente, quedábamos eliminadas del concurso.
No lo entendía.
Un feedback muy bueno de ambos jueces a nuestro equipo que no se reflejó ni en la puntuación ni en el resultado del debate. Yo, Lucía, como debatiente, y desde una postura objetiva, afirmo que fue un resultado injusto. Esto me lleva a otro punto... Es extraño que un equipo que se presenta el primer año, gane. ¿Extraño? Complicado. Inusual. No es de extrañar que se dieran órdenes, o, mejor aún, "consejos", desde las altas esferas de la organización para deshacerse cuanto antes de ese mismo equipo este año. Se puede tildar esta idea de conspiranoica, pero repito que yo estuve allí, que yo debatí, ví los resultados, las valoraciones, el comportamiento de los equipos rivales y de los jueces. Y nada tenía sentido, nada cuadraba. Esto lo secunda el público allí presente, que también inclinaba la balanza a nuestro favor.
Así una se da cuenta de las injusticias de la vida. ¿Y qué se le va a hacer? Nada. Nada de momento.
Yo me he esforzado, yo he trabajado, yo di lo mejor de mi en ambos debates. Sé que lo hice bien. Y eso es lo único que ha de importarme, pues aunque haya sido víctima de una injusticia, sé que lo que tenía que demostrar ha quedado patente, que quien me viera debatir sabe que esta chica merece la pena.
Entonces, ¿qué toca ahora? Nada, realmente. Acordarse de lo bueno, olvidarse de lo malo, disfrutar. Prepararse para abrir el año que viene una Sociedad de Debate en la Universidad a la que entre o acceder a ella si ya la tiene.
Nunca, jamás, van a ser mis palabras reprimidas. Nunca va a ser mi boca callada. Yo voy a hablar, a expresarme, voy a jugar con la retórica, voy a debatir, porque eso, al fin y al cabo, es lo que me gusta, con independencia de cómo puedan ir mis resultados. Yo he nacido para esto. Me gusta esa euforia que siento al salir a hablar, me gustan esas miradas clavadas en mí y en mis gestos, me gusta la atención a mis palabras, me gusta sentirme viva. Me gustan los aplausos, me gustan las miradas desafiantes del equipo rival, me gustan mis miradas de hielo, mis sonrisas que destrozan, me gusta mi voz clara y orgullosa. Me gusta hablar, me gusta debatir.

domingo, 26 de enero de 2014

Esto no es una declaración de amor. Esto no es algo romántico.

Hay quien dice que no se puede definir el amor y que los diccionarios están equivocados. Los románticos son de esos. Yo difiero, pero no por ello soy escéptica. Tampoco indiferente. Yo soy Lu. Creo que el amor sí se puede definir pero se esconde muy bien, y cuando se encuentra es tan efímero que no se cree haberlo visto. Entiendo que ellos, los románticos, escépticos e indiferentes, no han buscado en tus clavículas. Tampoco han recorrido ese largo camino que traza tu espalda ni se han detenido a observar tu cintura. Tu estrecha y fina y hermosa cintura. Y si no han hecho eso, es mucho suponer que se hayan detenido a observar tus ojos y se hayan percatado de que son un pozo sin fondo donde se esconden muchos secretos. Quizá en ellos esté la definición que tanto anhelan. Pero también es muy fácil ahogarse... Aunque llegaran ahí, aunque hubieran desvelado todos los rincones de tu cuerpo no encontrarían lo que tanto buscan, pues se halla encerrado en tus palabras. Todas las letras, las que te inventas, las que yo entiendo, nuestras vocales, todas ellas parecen salir de tu boca con el único propósito de hacerme entender lo que sientes. Mi negación no tiene cabida a tu lado, se ve abocada al suicidio, al igual que mi odio y mi soledad. Me gustan, sí, pero tú me gustas más. Y no seré yo quien envenene tus hermosas palabras con mis sentimientos descompuestos.
La palabra amor se oculta tras tu sonrisa.
Su significado quedó esperando por nosotros en una cama deshecha.