lunes, 29 de noviembre de 2010

Muerte.

Era la tarde de un día normal de verano. El viento buscaba a los árboles y las margaritas tomaban el sol. En resumen, una tarde tranquila para no hacer nada, sentarte en la terraza escuchando la naturaleza y leer un libro.
Pero no para él.
Javier no podía sentir nada de esto, sólo una agitada y furiosa ventisca interior, donde la nieve se acumulaba sobre él, ahogándole. Y el rostro de su padre que desaparecía en el interior de un ataúd sin miradas.
Eran las cinco, y treinta y dos horas antes su padre había muerto, el gran Don Juan Carlos. Desde luego, Javier sufrió. Pero su dolor era intenso, incomparable con nada que hubiera sentido antes. No veía, no oía, no sentía mas lo que él deseaba. En treinta y dos horas no rió, no habló con nadie, ni tampoco lo haría en las próximas siguientes.
- Javier... -susurró una voz joven- Javier, el entierro será en breve.
El hombre no se volvió. Mercedes caminó hasta el porche, junto a él, con los ojos rojos y la cara hinchada. Su amor por el se deshacía cada vez que le veía sufrir en silencio. Y más cuando él fingía no verla... Mercedes se arrodilló ante Javier y le tomó de las manos.
-Vete.
La muchacha sollozó muy fuerte, y se alejó rápidamente. Antes de darse cuenta de lo que había hecho, Javier susurró con voz ronca: -Por favor.
"Por favor, vete". Lo que ni Javier ni Mercedes sabían era que esa frase iba destinada a su padre, que aún desde la tumba le seguía atormentando. "Bastardo", era su palabra favorita. Y ahora que su padre se había ido, en vez de fingir y llorar y sentir lástima, sufría de verdad.

***

Al cabo de tres horas, al salir de la iglesia Mercedes decidió salir a pasear por el bosque cercano. Sumida en sus pensamientos, no percibió el sutil pero desagradable olor que se acercaba a ella. Tropezó.
Si, Javier se había suicidado.