lunes, 15 de febrero de 2010

La esperada.

Caminó por el jardín hasta el buzón azul de la entrada. Bostezó, y se puso un mechón castaño detrás de la oreja. Aún iba en bata, pero eso poco la preocupaba. Hacía tiempo que había dejado su vida de ciudad y entregado a los placeres del campo. ¿Quién la iba a ver? ¿El anciano Lorenzo, con su dentadura postiza que temblaba al ver chicas jóvenes? Abrió el buzón y metió la mano dentro. Sacó tres cartas y un pequeño paquete. Se dio la vuelta y fue hasta la cocina, donde el café se estaba haciendo. Se sentó en una silla y miró alrededor. La estancia se componía de nevera blanca apretujada en un rincón, junto al microondas y el horno, y luego ya la cocina, donde realizaba los platos principales. Todo estaba lleno de notitas tales como: "Dentista 6:30" y "Te quiero, cariño". A pesar de que tenía una dentadura perfecta y era soltera. Y fotos. Miles de fotos por doquier. Su historia en imágenes. Sacudió la cabeza y empezó a abrir las cartas. Se sirvió café. La primera era de Telefónica, con su correspondiente factura. Complacida, observó que no había gastado mucho en nada. La segunda, iba dirigida a un Javier Palacios, que por allí no había. La separó y continuó con la revisión. La siguiente era de su madre. Le hablaba de ella y su padre, que estaban bien, planeando un viaje a Escocia. Sonrió. Era tan agradable sentirlos sanos... Se fijó que le quedaba el paquete. Apuró la taza de café y lo desenvolvió. Era un paquete normal, pequeño y blanco. Pero eso no fue lo que le hizo latir el corazón desbocado. Con letra cursiva y tinta dorada, había escrito: A mi Catherine, te amo. No abrió el paquete; lo despedazó. Incluía una carta que no mencionaré ahora, y un colgante con forma de lágrima que se colocó en seguida en el cuello. De: Tu seguidor, tu combatiente numero uno. Desde el principio estuve ahí, niña boba. Desde el principio. No me supiste ver. Te amo, Carlos. Se escuchó el sonido de una taza que rompe contra el suelo.