jueves, 12 de abril de 2012

9 de Abril de 2012

Me levanté pronto gracias a la alarma, y salí de la cama 15 minutos después. En el pasillo me encontré a mi hermano, quien, intentando ocultar su emoción, me entregó un paquetito de terciopelo negro en el cual unas letras rezaban "El Señor de los Anillos" en dorado. Sonreí. Lo abrí y ahí estaba, el Anillo Único. De inmediato me lo colgué al cuello.
Bajé las escaleras y mi madre me felicitó y me dijo que volviese a la cama, que tenía que desayunar allí. Yo seguía sonriendo, así que volví y esperé. Media hora más tarde, tras haber soplado una vela y recibido mis felicitaciones, cuando ya podía pensar con claridad, me acordé de aquello y empezó lo inevitable: el dolor de estómago.
Estaba nerviosa, me sudaban las manos, el corazón me latía deprisa. En aquel momento sonó el teléfono, y fui corriendo a cogerlo.
-¿...Diga?
-Lu, soy Isa.
Isa! Aleluya.
-Mira, que a las dos en el Lúdico, ¿vale? Irá a recogerte Esther.
-¿A las doce?
-Dos, dos. Con Esther.
-Ah,vale. -miré el reloj. Aún quedaban cuatro horas. - Sin problema.
-Guay.
-Tía, estoy nerviosísima... No tengo ni idea de que puede ser, pero muchísimas gracias a las tres, en serio. Que os toméis tantas molestias...
-Nada tía, nada. Yo también estoy nerviosa. -rió.
-Estuve pensando, ¿es un oso panda gigante de peluche?
-¡Qué va! Jajajajajajajaja.
-¡Es que no se me ocurre nada! Oscuro, grande, relativamente comestible, abrazable...
-Ts, deja de indagar. Hala, nos vemos luego. A LAS DOS TE QUIERO ALLÍ.
-Si, pesá. ¡Adiós!
-Bye.

Salí corriendo a lavarme los dientes y la cara. Las siguientes horas transcurrieron volviendo loca a mi madre, yendo del cuarto de baño a mi habitación, con la plancha en la mano, sacando ropa del armario, probándomela, arrojándola sobre la silla y mirando el Tuenti cada dos minutos. Elegí esa blusa color sangre tan bonita que tengo, la falda negra y las botas militares; y con el pelo relativamente liso, salí de mi casa a las dos menos diez rumbo al Centro Lúdico, a un minuto a paso de tortuga de mi casa. Cuando llegué me senté en un banco a esperar. Saqué el movil. 2 llamadas de Esther y una de Adsi. Suspiré. Que desastre soy.
A los 15 minutos llegó Esther, tarde como es propio en ella, agitada y sonriente. -¡Hola, Lu! ¡Felicidades!
-Gracias. Mira lo que te traje. -saqué los tomos 7 y 8 de Death Note. - Aunque me dijiste que el 7 lo leíste por internet, yo te lo presto, es más emocionante así jejeje.
-Ay, gracias. Jo, a mi la muerte de L...
Hablamos de Death Note, de qué tal nos había ido la Semana Santa, de los deberes que teníamos cada una, mientras caminábamos hacia el sitio-que-yo-no-podía-saber-por-mucho-que-preguntase. De repente, le sonó el móvil a Esther. -Ah, es Isa.
Yo callé mientras intentaba descrifrar algún murmullo asilado que salía del altavoz. Cuando colgó, me dijo: - Pues que la sorpresa se está retrasando un poco. Que no nos demos prisa.
¡Mierda! En mi interior maldecí todo lo habido y por haber. ¿En serio me iban hacer esperar más...? Parece que sí. Caminamos y caminamos. Hacía un día precioso, ideal para estar tumbado mirando las nubes, y no para recorrese la ciudad a ritmo de Ferrari. (Sí, aunque la recomendación fue "despacio", Esther pareció no darse cuenta). Compramos una Coca-Cola en un chino y nos sentamos a descansar.
Descansaría ella, porque mi corazón seguía desbocado, el muy capullo; y mi estómago no paraba de retorcerse.
Paramos en tropecientosmil sitios más por las indicaciones que le daba Isa a Esther, hasta que en una de esas le arranqué el móvil de las manos y pregunté: -¿¡¿Tiene cebolla?!?
-Sí, si tiene.
-Oh, mierda, no me gusta la cebolla.
-Lu, tranquila. - y soltó una risa histérica antes de colgar.
Esther me miró sonriendo y dijo: -Tenemos que ir a un parque cerca de aquí, y ahí ya Rebeca e Isabel se reunirán con nosotras. Mientras andamos no mires atrás, no te vuelvas.
Sinceramente, no sé que dioses me ayudaron a vencer la curiosidad y no mirar a ver qué era; no, caminé todo recto sin girar la cabeza hasta que llegamos. Al rato llegaron estas dos, sonriendo, y yo me lancé corriendo hacia ellas. -Gracias, gracias, gracias...
Isa sacó un antifaz de su mochila. La miré enarcando las cejas. -Tenemos que llevarte con los ojos vendados...
Me lo puse. -Eh tía, que veo.
-Esther, ponle tu pañuelo también.
Entonces ya no nada. Tras que mis amigas se cercioraron de ello, agarré a Esther e Isa de las manos y empezamos a andar. Tenía muchísimo miedo, y estaba muy nerviosa. Podía caerme, tropezarme, resbalar, golpearme con algo... Por suerte, nada de eso pasó.
De repente, oí la voz de Rebeca que me decía: -Cuidado con el escalón, sube.
Y dejé de oir los ruidos de la calle. ¿Dónde estábamos? -Cuidado con la mesa, Lu.
Mesa. ¿Restaurante? Sí, olía a restaurante. Avancé con cuidado, guiada por Esther. Me quitaron el bolso, y me dejaron de pie con los ojos vendados. Esperando.
Mi corazón no daba más de si, las tripas me dolían, tenía la garganta seca y no paraba de morderme los labios. Empecé a marearme.
-Felicidades, princesa. -susurró una voz dulce y grave al lado de mi oído; mientras unos brazos rodearon mi cintura
Cayó una cortina en mi mente, abrí la boca sin poder decir nada, mis ojos se inundaron de lágrimas. -¿Qué...?
-Soy yo, Jonatan.
-Jonatan.
Estaba muy quieta, tensa. Él no podía estar aquí. No debía estar aquí. Estaba en Burgos, pintando locales. Claro que sí. Él mismo me lo dijo el día anterior. No estaba aquí. Sin embargo, estaba.
-Quitadme la venda...-mascullé, intentando hacerlo por mi misma.
Cuando conseguí retirarla de mis ojos, le vi. Sí, estaba allí, en aquel restaurante chino, donde la gente nos miraba, delante de mí, sonriendo, con los ojos brillantes. -Jonatan...
No pensé. Simplemente le abracé y le besé la mejilla. Cuando nos separamos, mi corazón ya pudo volver a su ritmo normal. Y yo también.
-¿¡¿Pero qué..?!?! ¿¡¿Estáis tontas?!? ¿¡¿Cómo se os ocurre?!? ¿Cómo lo habéis conseguido? ¡Quiero saberlo todo!
Se echaron a reír, e Isa suspiró, agotada, supongo. Nos sentamos a la mesa, y una china sonriente vino a traernos la carta. Yo estaba demasiado alucinada como para mirar nada, así que lo dejé a su juicio. Empezaron a contarme. Decían que no fue demasiado difícil cuadrar los horarios, que todo había salido bien... Comimos. Yo poco, muy, muy poco. Tenía la garganta seca y no podía tragar. Lo pasamos todos muy bien, nos reímos un montón. Entonces pidieron postres, y gracias a Jonatan pobré los Lichis. Isa y Rebeca se levantaron y le pidieron al chino que pusiese "Cumpleaños Feliz", mientras le ponían velitas a una tarta. Las soplé y pedí mi deseo. El segundo de aquel día, y uno ya se había cumplido.
Entonces Jonatan sacó sus regalos.
-¿Qué? Pero si con sólo que hayas venido estoy contentísima. No te tenías que haber molestado. No hacía falta.
Él sonrió y dijo que lo hizo por voluntad y gusto. Sacó dos paquetes. El más pequeño eran unos guantes de Gothic Lolita preciosos, y el más grande el primer tomo de Bakúman con su cajita para guardarlo. Estaba sonriente, súper feliz, cuando de repente sacó otra cosa más. Ya entonces me sentí desfallecer.
Era el dibujo.
No se qué balbuceé, ni que intenté decir, pero parece ser que lo entendió. Me cogió la cara con sus manos, y me besó.
En aquel momento yo... No puedo describir como me sentía. No puedo. No hay palabras. Corrijo, las habrá, pero no las encuentro.
Salimos del restaurante a las cinco menos algo. Isa, Esther y Rebeca se despidieron de nosotros, y quedamos solos. Le miré.
Le enseñé la zona de los graffitis, y grabó nuestro mensaje en un huequito de pared en blanco; fuimos a un parque que estaba cerca, y allí nos tumbamos sobre el césped.
El resto del sueño me lo guardo para mí.
Como dije, es demasiado maravilloso como para poder encontrar las palabras adecuadas.
¿Sabéis? Fue el mejor día de mi vida, el mejor cumpleaños que he tenido nunca y la mejor sorpresa que me han dado jamás.