martes, 2 de agosto de 2011

Air.

Quiero perderme en una playa infinita, de arena blanca y olas azules con espuma blanca. El sol calientará y las cigarras cantarán suavemente.
Quiero pasear con las manos extendidas cerca de ella, tan cerca que pueda escuchar el clamor del mar. Quiero que un Yukito se me acerque, y comencemos a hablar. Beberemos jugo de melocotón, muy dulce, o de gelatina, muy empalagoso; y se quejará. Jugará conmigo cuando se lo pida, tras haber protestado un rato.
Dormirá en mi cobertizo.
Se reirá de mi pijama de dinosaurios, y de la decoración de mi cuarto, llena de ellos. Y sonreirá cuando le cuente que creía que los pollitos eran dinosaurios pequeños.
Pasearemos por las vías del tren, y mi gran sueño será ir a nadar al hermoso océano, que sólo a él le confiaré.
Disfrutaremos de los festivales de verano.
Y poco a poco, comenzará a amarme.

Hasta que llegue el momento de mi muerte, y él me lleve desesperado a la playa, a que toque el Mar, a que me bañe en el, a que cumpla de sueño.
Pero será tarde, y aún así, sonreiré; porque sabré que el me amó y me protegió, y cuidó de mi y me hizo feliz, alivió un poco mi tormento y luego lo agravó. Moriré por él, pero moriré por amor. Moriré enferma de amor.
Y las olas seguirán barriendo la orilla, y el sol lentamente se esconderá en el horizonte, llevándome con él. Y Yukito rasgará el inicio de la noche con mi nombre.