sábado, 9 de julio de 2011

Abuelo.

Odio que sepas tanto y apenas lo quieras transmitir. Odio que tus historias casi nunca tengan final. Odio que te quejes de este pueblo, odio que lo adores, odio que blasfemes contra los políticos ineptos de Castropol, odio que te des cuenta de exactamente los puntos por donde se caerá la tierra, odio que te enfades cuando ves la contaminación en la ría... Y que no hagas nada.
Y tienes el poder para hacerlo, lo sabes muy bien.
El lugar es tuyo.
Tus antepasados respiraban por este lugar, lo dieron todo, y de ahí el prestigio del apellido Loriente; el mismo que ahora late en mi corazón.
Y no haces nada.
Miles de problemas que azotan este pueblo, que se mostrarán tarde o temprano, los conoces y sabes su solución; pero no haces nada, te quejas, y te quejas ante mi, y yo me muerdo la lengua.
Porque te quiero abuelo, con todas mis ganas, y no soporto esto.
Si no has cambiado hasta ahora, poco puedo hacer yo a estas alturas.
Yo tengo toda la vida para escucharte, quizá tu no la tengas para contármelo.

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